Ser una persona leal es sin duda una de las cualidades más respetables de un ser humano, en especial cuando se trata de una relación de pareja o de una amistad ya que ayuda a mantener un lazo fuerte y generar confianza en el otro.
La lealtad se trata básicamente de cumplir con lo que hemos prometido, incluso cuando las circunstancias son adversas. La lealtad es una virtud, y como tal debemos desarrollarla desde nuestra conciencia. Ser leal con otra persona es una obligación moral que tenemos con una pareja, un amigo, un compañero de trabajo, un familiar.
Quien se opone a la lealtad es un traidor y los traidores terminan finalmente quedándose solos, ya que se pierde la confianza en esa persona y no se lo vuelve a valorar. Acompaña la lealtad el compromiso con la otra persona en las buenas y en las malas.
Cuando las circunstancias cambian, se termina la lealtad.
Por supuesto, las circunstancias pueden cambiar, las personas pueden cambiar y mantener la palabra, no siempre es posible. La lealtad con el paso del tiempo se puede diluir, sobre todo si no es utilizada y podemos encontrarnos todos en una situación en la que ya no sentimos nada por quien fue un viejo amigo o incluso por nuestra propia pareja.
La lealtad entonces es el último gesto que tenemos en una relación y que consiste en romper con una persona de manera franca y sincera, dejando claro que no hay esperanzas de retomar la relación, porque de otra manera, lejos de ser una actitud gentil, se transforma en una realidad cruel para las personas, porque quedan sumergidas en una esperanza sobre algo que ya no podrá volver a ser. Eso también es ser leal.
Pero hay algo que debemos tener en claro y que es esencial dentro de los valores que todos debemos cultivar como seres humanos: la lealtad hacia una persona o un grupo de personas es independiente de la actitud que esta persona o este grupo de personas tiene hacia nosotros. Podemos ser siempre leales hacia alguien que nos rechaza o nos maltrata y esta es sin duda la mayor prueba real de lealtad que puede expresar un ser humano.
Esto mismo aplica a la lealtad hacia nuestro país o nuestra familia o incluso hacia un empleador que nos ha jugado una mala pasada. No estamos obligados a quererlos ni a aprobarlos ni a intentar obtener beneficios secundarios, simplemente nos respetamos a nosotros mismos y somos leales aún ante la adversidad.
Lealtad y coraje.
La lealtad exige una gran dosis de coraje, porque para ser uno mismo se necesita mucho valor. Nos guste o no nos guste, todos debemos librar más de la batalla a lo largo de nuestra vida y eso es algo que debemos tener siempre presente.
¿Alguna vez te pusiste a pensar cuánto amor implica ser leal? La lealtad es un bien tan preciado que para poder darlo a los otros antes debemos poder amar de manera sincera, real y respetuosa y esto a su vez hará que otros puedan brindarnos su propia lealtad también de manera sincera, real y respetuosa.
– Alguien pudo haberme sido infiel, pero no necesariamente desleal.
– Un amigo pudo haberme defraudado, pero nunca revelaría sus secretos.
– Mi jefe pudo haberme maltratado, pero nunca conspiraría para perjudicarlo.
¿En qué nos convertiríamos si nos dejáramos llevar por la ira y el enojo? Nuestro sentido de la lealtad no tendría sentido y pasaríamos a ser desleales con nosotros mismos.
Tal vez algunos se rían de quienes son fieles a sus ideas o a sus amores, tal vez se rían de quienes siguen aún aferrados a su fe. ¿Eso quiere decir que estas personas nunca podrían traicionar o ensuciarse las manos? No lo sabemos, pero sí podemos asegurar que quienes siguen siendo fieles a sus ideas, sus amores o a su fe, han sabido mantenerse leales a sí mismos y seguramente se sienten orgullosos y felices por eso.
¿Qué opinas sobre la lealtad? ¿Crees que ser fiel y ser leal es lo mismo o una persona puede ser una cosa y no la otra? ¡Comenta y comparte!